El Minnesota Multiphasic Personality Inventory (MMPI), conocido comúnmente como el test psicométrico de Minnesota, tiene sus orígenes en la Universidad de Minnesota durante la década de 1930. Fue desarrollado por el psicólogo clínico Starke R. Hathaway y el neurólogo J. C. McKinley. Su propósito original era proporcionar un instrumento confiable y objetivo para evaluar la personalidad y diagnosticar trastornos mentales en un contexto clínico. Antes del MMPI, las herramientas disponibles para la evaluación de la personalidad y la salud mental eran principalmente cualitativas y subjetivas, lo que impulsó la necesidad de un test más estandarizado.
El desarrollo del MMPI fue innovador en su enfoque, ya que los autores se basaron en un método empírico de construcción de pruebas. En lugar de crear ítems basados en teorías psicológicas previas, Hathaway y McKinley seleccionaron preguntas que podían distinguir a las personas con trastornos mentales de aquellas sin ellos, basándose en respuestas obtenidas de grupos clínicos y de control. De este modo, las preguntas que mejor diferenciaban a los dos grupos se incluyeron en el inventario final. Esta metodología empírica ayudó a crear una prueba que fuera más precisa y útil en la práctica clínica.
El MMPI fue publicado por primera vez en 1943, y desde su lanzamiento, se convirtió en una de las pruebas de personalidad más utilizadas en entornos clínicos, judiciales y laborales. Una de las razones de su popularidad fue su capacidad para evaluar una amplia gama de dimensiones psicológicas, incluyendo problemas de ansiedad, depresión, paranoia, esquizofrenia y otros trastornos graves. También fue apreciado por su capacidad para detectar intentos de manipulación de respuestas, lo que lo hizo más confiable en situaciones donde los sujetos podían tener incentivos para no responder con sinceridad.
A lo largo de los años, el MMPI ha sido revisado y actualizado para mantenerse al día con los avances en psicología y para corregir posibles sesgos culturales o de género. También se realizaron esfuerzos para garantizar que la prueba fuera adecuada para una población más diversa, lo que la hizo más aplicable en una variedad de contextos clínicos y no clínicos.
En resumen, el test de Minnesota surgió de la necesidad de una herramienta objetiva y estandarizada para la evaluación de la personalidad y los trastornos mentales. Su enfoque empírico, junto con las actualizaciones a lo largo de los años, ha permitido que siga siendo una de las herramientas psicométricas más valoradas en la evaluación psicológica a nivel mundial.